El Fantasma de Canterbury (Relato)

"La lluvia en la oscuridad me golpeaba con fuerza en la nuca, mientras, a paso ligero yo buscaba un sitio donde refugiarme de la lluvia y pasar la noche, ya que había acudido a ese antiguo pueblo inglés para visitar a mi hermano invidente. Encontré una posada. Golpeé tres veces la puerta con la aldaba. Nadie contestó. Miré el interior de la ventana, pero no vi nadie en el interior. De repente, algo se movió en el fondo. Pero no estaba dentro de la posada, me percaté de que era un  reflejo. Una especie de sombra me observaba desde detrás de mí. Decidí girarme. La lluvia continuaba cayendo. No había ninguna luz en la calle, pero aquella persona irradiaba luz a través de sus ojos...  ¡Tenía fuego en los ojos! Aquel extraño ser encapuchado comenzó a acercarse a mí, apuntándome con sus largas y sucias manos... Me toqué el bolsillo de pantalón, y noté el tacto de una daga. No podía permitir que siguiera hipnotizándome con su mirada de fuego.
-¡Atrás! ¡No me toques! ¡Tú no puedes estar aquí, tú estás muerto!
No se lo advertí más veces y atravesé su corazón con mi daga.

Al día siguiente me desperté en una celda, me habían condenado por el asesinato de un aldeano. Tuve que esperar seis años sin ver la luz del Sol, sin saber qué me había ocurrido aquella noche.

Volví a Canterbury seis años después, en busca de respuestas. Volvía a ser de noche. Esta vez no llovía, pero se podía oler la lluvia. Me detuve delante de la posada. No tuve que esperar mucho tiempo, hasta que apareció. El hombre de los ojos en llamas se dirigía hacía mí rápidamente, sin tocar el suelo con los pies. Palpé mi bolsillo, y la daga volvió a aparecer ahí. Cada vez estaba mas cerca. Saqué la daga del bolsillo. Cada vez estaba más cerca. Empuñé la daga en su dirección. Cada vez estaba más cerca..."

El 23 de Diciembre de 1508, fue encontrado en las calles de Canterbury el cuerpo de un hombre que había sido degollado por el cuello de oreja a oreja. Cuenta la leyenda que, al encontrarse el cadáver, su hermano invidente cayó al suelo desolado, impregnándose las manos de sangre. Se llevó las manos a la cabeza, y ocurrió algo que nunca olvidó. Al abrir los ojos manchados de sangre de su hermano, recuperó la visión.